martes, 4 de junio de 2019

Lo que nadie vio

Al entrar a la casa que había olvidado hace semanas, me encontré con ruinas de mi pasado. Después de estar ausente por un tiempo, nada era igual, todo había cambiado. Su presencia ya no llenaba el ambiente, su risa no se escuchaba en los rincones de las habitaciones. Todavía no podía creer lo que había ocurrido, parecía irreal.
Di unos pasos lentos, pesados. Me dirigí a la cocina, entré y no podía creer lo que veía. La cocina que construí con mis propias manos parecía estar varada en el tiempo. Todo seguía igual, desde el mantel de rosas que tanto le  gustaba hasta el pan en rodajas en la tostadora. Lo único que llamó mi atención fue esa taza, sentí que ella seguía aquí, observando. La taza blanca de cerámica, con unas flores pintadas y la base rota. Esa taza que ella utilizaba todas las mañanas. La llenaba de té de frutos rojos y una cucharadita de azúcar.
La habitación era como un túnel sin fin. Los recuerdos de mi esposa se seguían reproduciendo en mi cabeza como un disco rayado y el miedo de lo que me podría pasar me seguía acechando. Todo era trágico, sombrío. Las flores de la taza eran lo único colorido de la habitación, lo único que me recordaba a ella. Su sonrisa, su voz, sus ojos.
La taza me ayudó a recordar la razón por la que volví, la trágica muerte de mi amada esposa. Me acuerdo de ese dia como si fuera hoy. Era la primera hora de la mañana, yo había ido a mi taller como todos los días. Mientras que Ángela seguía desayunando en la casa.
Al llegar a mi trabajo noté que había olvidado mi caja de herramientas por lo que decidí volver. Pero nunca imaginè lo que me encontraría al salir al jardín, donde estaba el viejo galpón lleno de herramientas. El débil cuerpo de mi esposa yacía en el pasto mojado por el rocío. Su pálido rostro mostraba el miedo que sufrió antes de su último suspiro. Un líquido rojizo se esparcía en el suelo, mostrando el golpe que tenía en su cráneo. Y junto a ella se encontraba el arma homicida, la pala que habíamos dejado a la disposición del jardinero. Mi conclusión se armó al instante, el jardinero lo había hecho. En el poco tiempo que me fui la había  matado. Después de tantas entrevistas con policías y preguntas que no podía responder, decidí tomarme un tiempo. Mi abogado apoyó mi decisión , creía que necesitaba un tiempo para procesar todo.
Gabriel, mi abogado, decía que mi historia era creíble. Él confiaba en mí, creía lo que había pasado. A penas me declararon inocente, me fui lejos, a lo de un tío lejano, donde nadie me encontraría.

Decidí ir al patio para despejar mi mente, cada detalle de la casa me recordaba a ella. Estaba en todas partes, su muerte me persigue. ¿Por qué?, ¿Por qué no me dejaba en paz? Su risa atormentaba mis oídos, veía cosas sin sentido. El aire fresco me hizo recordar la mañana de la tragedia, me hizo recordar lo que realmente había ocurrido. En el instante que toque el pasto, ahora largo por nuestra ausencia, sentí la mirada de mi vecina, Marta, observando.

—Señor Carlos—dijo en un susurro la señora— ¡ha vuelto!
Guardé mis manos en los bolsillos del pantalón.
—Ya era hora, debía volver—dije con mirada pensativa
—El dia que esa tragedia sucedió, usted se encontraba aquí ¿no es así?
Mi corazón empezó a latir más rápido y mis manos comenzaron a sudar
—¿Por qué dice eso?— dije tratando de disimular mi nerviosismo
—Yo lo vi, hablando con su esposa. Estaban discutiendo, por lo que pude ver. Ella te pidió el divorcio y a tí no te gustó.
Una gota de sudor bajó lentamente por mi frente y comencé a negar con la cabeza, alterado.
—Yo presencié todo, vi lo que le hizo a su mujer con la pala. Usted fue tan engreído que no quiso aceptarlo y la mató.
—¡NO,NO,NO,NO,NO!—comencé a gritar y di unos pasos hacia atrás—Usted está mintiendo, no vio nada.
Corrí de espaldas hasta chocarme contra el árbol. Ella no podía haberlo visto todo.

Comencé a desesperarme, alguien sabía la verdad, yo la había matado, yo era el culpable. Yo era el que le había pegado con una pala después de una estúpida pelea. La había golpeado sin parar, rápidamente y sin control. La culpa siempre invadiría mi vida, ella no se merecía morir.

Fue tanta la presión del momento que comencé a chocar mi cabeza contra el tronco del árbol. La vecina gritaba desesperada que parara, su voz sonaba aterrorizada. Pero no podía aguantarlo, Angela ya no estaba con nosotros, y yo era el único responsable.
Los golpes fueron tan fuertes que me mareé y caí rendido al suelo.
No veía con claridad, y al tocar mi cabeza pude ver sangre en mi mano.
¿Este sería mi fin?

Molière personnalité

  La personnalité de Molière Il était plus désireux de parfaire son geste comique que de lutter contre les tragédiens de l’époque. Il était ...